En las palmeras
estaban los jilgueros
con gran jolgorio.
Sus bellos cantos,
anárquicos y tiernos
eran profundos.
Lloraba el alma
cautiva de emoción
y fantasía.
Desde el jardín
los gatos perseguían
a los gorriones.
Solo las sombras
cazaban con sus garras
tan imponentes.
Dulces maullidos,
miradas de rufianes
y poco más.
Tú contemplabas
el mundo ante tus ojos
y sonreías.
Yo te miraba,
buscando tus palabras
desde el silencio.
Así soñaban,
dos almas que se amaban,
una mañana.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/04/21