Corría el agua
manando de la fuente
a su albedrío.
Eran muy libres
las gotas que se unían
en el deshielo.
Agua del cielo
llegada a las montañas
con la nevada.
De ella bebí,
mojamos nuestros labios
llenos de sed.
Y se calmaron
las ansias y deseos
de nuestras almas.
Luego seguimos
buscando los destinos
que nos aguardan.
Atrás quedó,
la fuente antes citada
con su tesoro.
Agua de nieve
tan fresca y cristalina,
que ya es recuerdo.
Y entre la misma
se quedan nuestros besos
hoy bien saciados.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/04/21