Reviso una, y cien veces más, los mismos archivos;
días tras días, sin saber qué busco.
Quizás una foto olvidada, tal vez algún viejo escrito,
inspiraciones pasadas, para entenderme hoy.
Porque me reconozco solamente en el espejo del salón,
el que estuvo siempre, el de marco de madera;
ese, donde de guardapolvos blanco previo a la escuela,
ese, donde de pelo largo peinado previo al festival.
Busco; buceo en las profundidades del almanaque,
las horas de fútbol, la vereda del recreo constante,
la bicicleta azul con la que recorría el parque,
ese, en donde de pelo largo desprolijo, fumé por primera vez.
Revuelvo carpetas, valijas y bolsos; respiro polvo y humedad.
Dejo la descolada guitarra a un lado, apilo libros y apuntes,
encuentro todo el pasado ordenado, hasta cronológicamente,
pero me es perenne el deseo de buscar; como si hubiera algo más.
Algo que se haya escabullido, algo significante de mi hoy;
una carta que nunca he leído, una carta que nunca he jugado,
una llave que abra una puerta, hacia donde nunca he estado;
porque me siento vacío, y debe ser un pendiente olvidado.
De lo visto recuerdo todo, hasta siento el clima de cada recuerdo;
el ardor de aquel verano que me trae el par de anteojos,
el fresco nocturno primaveral que me llega con ese tapón de vino,
incluso el frío en el camino, de esa foto del neumático roto.
Repaso cada rincón de los muebles; saco, revuelvo, guardo y repaso,
porque estoy convencido que de algo me he olvidado,
no dejo de sentirlo golpear desesperado,
cada vez que intento sellar el pasado; y hacerme futuro.
Me siento reclamado, y hurgo en todos los amores inventados;
dejé de mentirme hace rato y comprendí que nunca me han amado;
y hasta me di el coraje de asumir, que no eran amores
sino caprichos por lo bien deseado; y la belleza.
Entre el del espejo y el de hoy, algo he dejado de lado;
Si no han sido amores, ni invierno ni veranos,
ni cartas, fotografías, noches festivas ni pelo largo;
¿qué será lo que aún no he encontrado?