Torturado de placeres cortos y galantes
me presento al camino mendigo y reprimido,
pues no quiero canciones ni plata, ni diamantes
solo pienso desechar dolores que no olvido;
aquellos que aparecen a pruebas de los sabios
son cuerpos borrados de palabras indecisas:
He llorado, no sé porqué... Y son magos sus labios
los que han atado a prisión eterna mis sonrisas.
Mandé mi amor preciso a graduarse de emociones
que por tiempo lloro y he sufrido sin cuidado;
y vino ese gran don, tan perpetuo de traiciones,
siendo vénetos fragmentos de culpa y pecado.
Pude besar en sueños aquella boca roja
lanzando en mis caminos el llanto que me ha dado;
y el páramo cristal fue la dulce paradoja
que en papiroflexia pude un día haber soñado.
Samuel Dixon (nicaragüense)