Antonio Miguel Reyes

Juicio y pena para un ciego

Juicio y pena para un ciego

 

Una mañana muy fría

el juzgado pretendía

calificar  a un cegado

marginado y apenado.

 

Este pleito se hizo en Priego

Al cual llego el pobre ciego

sin conocer las razones

ni motivos, ni cuestiones.

 

Querella que ha sido puesta

de una cortesana honesta,

hermosa como ha de ser

para engatusar al juez.

 

Del reo no trae pista,

achaca que ha sido vista

a través de su balcón

en bragas y camisón.

 

Pidiéndole al señor juez

que al ciego le hiciera ver

el cómo a ella la observó

con descaro y fijación.

 

El togado respondía,

¡pero muy señora mía!

dígame como he de hacer

ha obligar al ciego a ver.

 

¿Acaso usted si supiera?

le pido me lo dijera,

para demostrar que el viejo

haya visto el muy pellejo.

 

Como prueba pidió el juez 

se desnudara otra vez,

con coraje y sin tapujo

demostró todo su embrujo.

 

Al juez esto le asombró,

llegando a la conclusión

con muchísima solvencia

y así pronunció sentencia;

 

Al ciego pongo castigo

escuchar lo que le digo;

mira, las cosas que creas

las veas o no las veas

 

Por mirar no tienes pena

pero si tienes condena

por no ver la cortesana

en bragas con piel muy sana.

 

Yo soy el mejor testigo

escucha lo que te digo,

que moza si es de buen ver

mucha pena as de tener.

 

Levantó el juez la sesión.

Sintió por el compasión,

mirando al pobre cegato

se negó hacía buen rato

 

Pronunciar una condena

hay sentencia con más pena.

Al poner lo que no viera

como testigo se diera.

 

Se levantó el magistrado

en decir; pena mayor

la tiene el empecinado.

\"eso sí  tiene dolor\"