Suavemente me acaricias
con la seda de tus manos,
de tus ojos, su regalo,
esa luz con que me miras;
el arrullo que desliza
de esa voz, de ese reclamo
ya convertido en resabios
en celestial armonía;
con tu entrega silenciosa,
tus cuidados amorosos ,
en los momentos que lloras
mil diamantes de tus ojos;
el momento en que abandonas
y te olvidas del nosotros...