Amanece el ambiente está muy templado.
La humedad se arrecia y el viento no calla.
En el jardín, caen las hojas, todo ha mutado,
hojas y flores mojadas caen sobre la valla.
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La brisa tenaz altanera hace de las suyas;
entremezclando va las hojas con el rocío,
inquieta que, la fuerte brisa, todo destruya.
Y, no es sólo el viento, es también, el frío.
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Mientras avanza el otoño todo derrumba.
Viene a llevarse el abrojo y todo lo ajado
y, así, todo lo que está marchito lo tumba.
Se renueva el jardín con lo que ha quedado.
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El viento baila hilando tapetes multicolores.
La belleza se posa ahora, en la madre tierra.
El viento insistente aviva los delicados olores.
Un gran colorido danza y al boscaje se aferra.
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Es bello el otoño por la promesa de la viajera.
Siempre hay que esperar el salto del invierno,
para, retornar a las flores en la bella primavera.
El “Wu Wei” cada año se repite en el viaje eterno.