¿Qué tan grande es el universo?
Depende de la percepción del individuo.
Vida...muerte.
Decisiones, consecuencias, arrebatos y osadía.
Sacrificios incongruentes, amenazas latentes.
Si, soy yo, el Peón de ajedrez.
Aquel diminuto y fiel soldado, escudero y atrevido.
Aquel pequeño que nunca huye, que nunca retrocede.
Que no brinca sus obstáculos, por contrario, los encara y los domina.
Que no teme por su tamaño ni por sus limitantes.
Aquel que siempre va de frente.
Aquel que sueña con llegar a la octava línea,
pues solo así podrá regresar a casa, a su casilla de origen.
Convertido en galante Caballo o en osado Alfil.
En Torre guardián o en Dama valiente.
¿Quién dice que ninguna de las demás piezas fue primero un Peón?
El Rey mismo pudo ser un Peón, sin miedo y sin complejos.
Sí, soy ese Peón.
Un valiente, un atrevido que no teme a su destino.
Que puede que muera en su intento, pero intenta.
¡Si! Un Peón que no se limita a su naturaleza pasiva,
que es atrevido en sus actos y firme en sus ideales.
No importan las partidas que pierda.
¡No importa cuántas veces me capturen!
Este Peón algún día podrá ser más que un Rey.
¡Algún día saldrá del tablero
y encontrará nuevas formas al universo!
Ninguna mano atrevida manejará su destino.
¡No dependerá de reglas ni paradigmas!
¡Será libre y entonces, se sentará frente a un tablero,
y comenzará su propia partida de ajedrez!
De su mano dependerá el destino del Rey, del Caballo.
De la Dama, del Alfil. ¡De la Torre, de más Peones que,
al igual que él, luchan por convertirse en algo más que un Rey!
Sí, por ahora soy solo un Peón.
¡Pero ordenen las piezas, que el Peón
está por comenzar su propia partida de ajedrez!