Los hombres amarillos investigan
y de pronto les parece que
han encontrado la manera,
de formular la muerte
de sus enemigos.
Sus dioses desde sus pagodas
los maldicen y llueve recio,
se desbordan los ríos
y sus presas se revientan
incapaces de contener
la ira de esos dioses
de ojos rasgados
y vientres abultados,
que los observan mudos
desde sus piedras fijas.
Hay lluvia de peces putrefactos
y los saltamontes se multiplican,
los peores locos andan sueltos,
tal como tú pronosticaste
Erasmo de Roterdam.
El Anticristo bendice el aborto
y pacta el pastor con el lobo
para que extermine el rebaño,
hay golpes de estado
que vuelcan la silla gestatoria,
en un quítate tú,
para sentarme yo
y los curas superan
los mayores vicios de Calígula.
La casa blanca se pone negra
y toca-toca camina al revés
sobre sus propios pasos
y a esto le llama: Progreso,
el doctor flaco de ojos asustados,
lacayo congénito,
es cómplice de todo
y se siente intocable.
Pero todo está bien, hermano mío:
¿Ya te pusiste la vacunita?