Hay un abril en ti
vestido de otoño,
hay una rosa viva
jugando en tus ojos.
Hay un río de besos
mojando tus poros
y dos lunas llenas
en horas de insomnio.
Hay una luz herida
en tus labios rojos
y una cintura frágil
que cruzo y recojo.
Hay una lluvia tenue
con reflejos de oro,
que sabe a sal y olas
sin ser mar ni rostro.
Hay un latido suave
de atardeceres rotos,
por lenguas pintadas
de ocasos devotos.