Cómo palidecen los deseos ante el acto de desearte en mi almohada. Como un bruto, en calma, intento detonar el gatillo que te vuelve un Reproche constante.
Quédate mis libros, quédate el recuerdo de mi cuerpo sobre tus miedos, que si el tiempo con un embrujo astrofísico me llevara a cuando tus lágrimas brotaron por ves primera; Elegiría el eterno retorno a está agonía.
¿Dónde quedó tu amor por mi canto alcohólico?, ¿dónde el celo por la avaricia del cuerpo ajeno? Cuán frágil puede ser el apego, que al arrancarte abrupta solo un hueco amorfo queda.
Hemos muerto y en nuestro sepulcro se ofrendan; canciones incompletas, versos derramados a la red basta e infinita y un último anhelo de quizá beber nuestros espiritus una ultima vez.