Llevan los libros un mágico amuleto,
un frío y vegetal aroma, romántico
por naturaleza, donde se pegan
los trozos de panes y la elasticidad
de los chicles. Se hacen orín, los niños portando
sus armas de combate, uñas rosáceas
y alguna navaja,
por las mañanas silenciosas.
Se agrupan entorno a los libros,
rizadas cabelleras, la ofensa blasfema
esparcida dentro de sus hojas.
Los libros, con su pátina de nieve,
como si la noche los hubiera rozado,
y hubiese apelmazado sobre ellos, el carboncillo
de los lápices-.
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