Nunca me pidió que la ame y lo hago con pasión,
ni me exigió que la respete con el esmero con que la respeto,
jamás me pidió que la cuide, pero vivo atento a todo el contexto,
ni me pidió que me esfuerce por encontrar lo mejor de mí,
sin embargo pongo todo mi empeño en sentirme pleno;
no tuvo nunca que pedirme que la haga reír,
ni que comparta con ella mi pan,
ni que la proteja del qué dirán,
que le sea fiel; sincero,
asienta sus silencios, considere su espacio,
acepte sus decisiones, alabe sus logros,
la acompañe en sus errores;
le cuente mis pensamientos, fantasías y sueños,
componga la mesa, encienda el fuego, ase la carne,
le comparta de mi vaso el vino, y parte del chocolate,
le nombre las constelaciones y el horario en que sale el sol,
que le acerque un abrigo; le ceda el paraguas,
conduzca el coche a destino;
que me afeite y elija mi mejor ropa el domingo,
riegue las flores, acomode el jardín
pinte las paredes, arregle el mueble;
deje de lado las broncas y las noticias,
me quite rápido el mal humor,
emita las disculpas pertinentes,
apague el televisor; que le ayude con la bolsa de las compras,
avise antes del primer hervor,
lave las verduras,
ponga la bebida en el refrigerador;
que le ayude a levantarse después del tropezón,
cargue el peso del botellón,
ponga el tornillo del cuadro,
cierre las ventanas cuando baja el calor;
que le cuente una historia,
le sugiera películas,
le haga escuchar una canción;
que tome su mano y la bese.
No es necesario que me pida,
tengo sabido el compromiso asumido,
cuando la invité a compartir nuestras vidas;
hacerle fácil el camino;
ser humano en esplendor.