A la luna opongo el sol
seco estambre de mi raíz inconclusa
nariz oportuna de los vínculos tribales
donde nada rima y obtengo paraísos fiscales.
A la luna sí opongo el sol y su luz fantasmagórica
en que acuden peces subalternos y ojos que miran
desde la memoria maltrecha; colisionan en mi espalda
angustias y terrenos adiposos. Agónicamente,
la lengua verde recorre continentes, asombrando
con su metálica voz de opereta y circunstancias.
Repto oblongo en calidad de embajador sin tarjeta
me adentro en lo solitario como un insecto disciplinado
y busco el orín que fermenta lejos de los focos y las cámaras.
Tras la común arena la sal se agiganta y penetra
mi vocación de salinero, mi astucia en lo lúdico.
Sí, a la luna opongo el sol-.
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