Me dijeron alguna vez que mi nivel de resiliencia era alto; vaya equivocación a la que me estaba cohibiendo.
Porque en realidad mi sufrimiento es engrendado del adefesio de mis placeres, caprichos y agrados.
Erróneamente afirmaron mi estado impertérrito; con halagos me adularon.
Y en cierto sentido me sentí ofendido, ultrajado por la ignominia a la que estaba siendo recitado.
Porque sin ellos saber, me estaban envolviendo en una falsa verdad, el de mi resiliencia.
Me estaban inhibiendo, y de alguna forma lograron zahreir mis sentimientos.
Pero, ¿Saben? al parecer tienen razón; y es díficil aceptarlo, porqué, quién es en verdad resiliente: son mis sufrimientos.