¡Que lindo hubiera sido
que nunca terminara aquel encanto´,
vivir enamorados
gozando del amor lo más florido;
sin penas y sin llanto
igual que dos palomos extasiados!
Tejer feliz futuro
en medio de las nubes de esperanza;
llevar en nuestro anhelo
la esencia del amor mas limpio y puro,
mirar en lontananza,
la luna que bendice desde el cielo
los sueños que soñamos,
tan llenos de preciosas intenciones
bordadas de alegrías,
sintiendo navegamos
los mares de ilusión, con diapasones
que traen de ternuras melodías.
Mas fueron bellas horas
aquellas que vivimos
gozando de las llamas que encendimos,
repletas de caricias seductoras,
con ellas levantamos
un tálamo tejido en esmeraldas;
y tiernos arrullamos
con cálidas guirnaldas,
aquella tu inocencia
cargada con ardores cristalinos,
envueltos con la esencia
de tórridos orgasmos venusinos.
Y fueron nuestras noches
incendios estelares,
que emanan el perfume de azahares;
envueltos en los mágicos derroches
de orígenes arcanos,
con ese palpitar emocionante
de cítara enervante
que enciende nuestros libidos paganos.
Un día, de repente
se fue desvaneciendo
lo mismo que se esfuma la chispa del cocuyo;
y aquel calor ardiente
se vino consumiendo
en brazos de egoísmo y del orgullo.
Y todos nuestros sueños, de ilusiones cubiertos,
quedaron destrozados,
tan pálidos y yertos,
lo mismo que se quedan del cielo sus fulgores,
por eclipses nublados
que ocultan sus colores.
¡Entonces de mi lira
surgieron estos cantos,
que llevan de dolor el sentimiento
que tristeza transpira,
por esos desencantos
que causa un gran amor que es turbulento.
Autor: Aníbal Rodríguez.