He olvidado el tacto de la soledad
De la ausencia del tiempo
De los calendarios deshojados
Que pronunciaban mi nombre entre sombras
He olvidado el tacto de la noche
Extrayendo el alma con silencios
Desamparando los huesos en umbrales de olvido
Sin palabras, sin piel ni latidos
He olvidado el tacto del abandono
En la mañana lúgubre sin esperanza
Silenciando la lluvia con lágrimas de nostalgia
Sin viento, sin sueños, inundado de fantasmas
He olvidado el tacto del pasado
Cayendo sobre mi piel como resina
Torturante con sus horas de frío
Calando los huesos, llenándose de extravió
He salido del olvido vestido de sol y nube
Fundando con manantial y canto la morada
En las horas tempranas de río y bruma
Elevo mi voz a la montaña,
Para inscribir tu nombre
En la raíz del árbol y el viento que lo agita
En el mar que nace y el fluido que renace
En el canto del ave y la bruma que lo arrulla
En el volcán que mira y tus ojos que contemplan
La entrega ingenua de tu vientre
Que fecunda primavera