Cuando el amor vivía, en nuestras almas,
todo era amor, paz, pasión y fuego...
y éramos como dos locos inseparables
que jugaban a darse muchos besos.
Y hoy, que destino espantoso nos separa
un abismo tan profundo, tan lejos...
un vacío que ya no existe para el alma
solo queda tristeza en los recuerdos.
Para mí tu recuerdo es como la sombra,
dónde el amor no existe no queda nada...
aunque a veces mi corazón te nombra.
Como quién da una súplica desesperada,
pero al encontrar sus ojos marchitos...
Decidió renunciar al amor de su amada.
Por, Miguel Ángel Peñafiel Miranda.
Poeta guayaquileño.