Amaneció frío
como el olvido que arrastra la insolencia de tenerte en los recuerdos,
los que sin tregua he peleado contra el viento hasta arrancarlos
llevándolos a la humedad que aún conservo
cuando te pienso
cuando te traigo de regreso hasta mi seno,
en mi cabello enredado y el tiempo
lidiando entre las lunas, los lunes y los suspiros;
las caricias de tus dedos y mi tibio aliento.
La enorme fortaleza sigue en pie como testigo y los jueves huelen a esperanza,
La noche fría, inerte
el cielo ha enmudecido y la puerta…
No, no se ha abierto desde entonces... hasta lo eterno.
Mía Nevares