Aquí la muerte,
el eco de una voz
que aúlla triste,
la descomposición prematura
en el seno de la tierra virgen.
Aquí la vida
resurgiendo de sus cenizas,
saliendo a flote
la potencia de un cuerpo
expuesto al clima,
la llama imperecedera
de un espíritu suicida
con su cielo negro
cubierto de espinas turbias...
Aquí ya mismo
la muerte en vida
del ser sin esperanza
que en un agujero habita;
esta boca escupetintas,
estos ojos que algo dicen
del mundo interno,
ardiente estigma.
La niña sola
que acosa un día
yéndose, en el bosque perdida
entre fieras rugiendo
su falta de dicha.
La noche pura,
el sol sin vida;
aquella fiebre
mientras duermes
el sueño ilícito.
Ya mismo un crimen,
la sangre encima
del mundo místico.
La rosa encinta
de su aroma,
espinas clavándose
en un cielo invicto.
Ay, las horas muertas,
ni qué decir...
Un cuchillo, el fuego,
la carne tiembla
aún sin vida...
Invócame
entre las cenizas
de un sol que habla
a los corazones únicos.
Todo se acaba
en esta esquina
desintegrando
ya ahora mismo,
la droga dentro
haciendo chispas,
el labio azul.
La risa amarga
perfora...
El alma vuela
al dolor ajena.
Un beso se consume
en la raíz misma
de este sinsabor.
Amor, ya no más me toques
o te consumiría entera...
Vuelve aún sin embargo
cuando el día muera...
Dame la savia
de algún árbol nuevo.