La noche se desploma en el ruidoso espectáculo.
Viento y sombra se unen en eléctrico instante
en que las olas amenazan con su abrazo
y el marino desespera en su camino errante.
El relámpago incesante estremece el agua
donde la barca se mecía tranquila.
Cruel daga del destino apunta
al viejo y su alma entumecida.
Tiburones acechan, bajo la hora oscura.
Paredones de nieblas ciegan el horizonte
y el pobre viejo, sin defensa alguna,
espera, desnudo, que Dios lo confronte.