La única heroicidad
es la cotidiana; los versos,
las palabras, las ideas grandiosas,
los títulos pretenciosos que de ellas
provienen, me ofenden y me insultan.
Son la luna y los astros enigmáticos,
eso, sólo: misteriosos. Pero beso
el descanso, y me meto bajo la ropa
de mi cama, con mayor pasión, aunque
esté solo, como suele pasarme. Y veo
la nariz horrorosa del cartero de turno,
más insoportable y trágica que cualquier
carromato dando vueltas a un circuito eléctrico.
La medida del hombre está en su minucia,
en su inadvertida presencia, y en su grandeza
muda.
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