Usualmente el poeta desespera
al desvivirse por los buenos versos
y sólo queda en escritos dispersos
que terminan en una papelera.
Ya las musas apagaron su hoguera
al leer sus manuscritos adversos;
en penas y tristezas siempre inmersos
y escasa inspiración que le surgiera.
Hoy el juglar no quiere hacerse cargo
pues sus rimas quedaron en el tiempo,
sumergidas en profundo letargo.
Y sólo le ha quedado el contratiempo
de continuar su transcurrir amargo,
convirtiendo su oficio en pasatiempo.
Jorge Horacio Richino
Copyright
02/10/2021