Entre quereres que mueren, porque quieren,
y quereres que viven, por querer,
prefiero el querer de los que mueren ...
Aquel que se entrega como el viento,
ese que se brinda y no se compra,
ni se cambia por nada ni por todo...
porque lo bonito de un querer así,
es que, aunque se entregue por completo,
jamás se queda uno vacío,
o incompleto,
y si te tiene que morir,
se muere,
pero lleno,
y queriendo.