Esta lágrima
acabará cayendo
sobre el polvo del asfalto.
Todavía se escurre por mejilla
como si no quisiera
ceder a su destino trágico...
Se va llenando
de sedimentos mientras tanto
algo alcanzo
a ver detrás de todo.
Y en su viaje
de seguro
encuentra un fondo
jamás nunca atestiguado,
un rincón inhóspito
donde habitan hadas;
y algo sabrá del monstruo
que dentro siempre guardas
esperando a liberarse
de su cárcel que es mental.
Una voz que a ti te llama
va a pararla en su trayecto
hacia esta calma finalmente.
Su recorrido es espiral:
nace y muere
y vuelve al ojo
que de nuevo pues la pare
entre sollozos y demás.
Un buen día
habrá secarse
ascendiendo su esencia
al cielo,
donde ha de estar
hasta que la despierte
una tormenta
de su letargo,
que la retiene
durante años
presa
de un sentimiento
que no saldrá
hasta que dé flor
esa rabia
trascendental.
Hay muros en el alma
que un simple salto
no da ganado,
que crecen a cada instante
según de mí te separas
en un abrir y cerrar de ojos
amoratados.