Matias 01

POBREZA

Termina el día y el hombre su jornada, donde ha caído mucho,

donde sin esfuerzo se niega tres veces así mismo,

a mirar el horizonte, a sonreírle a su retrato que se peina;

 

Termina el día, llega la tarde y sigue allí echándose la vida al hombro

como una cruz, bostezándole al destino

sin ninguna consideración por el señor mendrugo

y la hermana suerte que no lo envidia, que lo deja en pausas

cerca al punto judicial de su naturaleza.

 

Se acaba el día y la noche es una orilla donde se regodean las sombras,

las ausencias, con la encrucijada de seguir a paso de retoño,

de muerto que se resiste al frío -sudando además algún exabrupto-

y a quedarse en la ruina amarga de los ideales.

 

Todo es como si hubiera una condena, como si hubiera un destino

de despilfarro de grandeza frente al horno de la vida…

 

Amanece el día y mil ideas abren los ojos para morderle la cabeza

al hombre, al humano que siente y llora, aquel que abraza a su zapato

y le da valor para seguir andando, aquel que se retrata

en su tobillo, en su honra

 

Y solo puedo murmurar: es demasiado pesado el pensamiento,

demasiada sien para su frente que se traga el sombrero;

Demasiado paladar para su boca, para su hambre que se ha quedado

en el borde de su lengua;

 

Demasiado silencio para esa frenética urbe que es su rostro.

Demasiado credo en su espalda que se holocausta sobre el desértico

mar oscuro de la noche y donde sobre ella bebe el aire que abandona.

 

Demasiada pobreza para ese humano que trabaja tanto y se esfuerza mucho

entre tantos ciegos y tanta multitud de sordos.

Demasiada penuria entre sus dientes, demasiada sensación que arrincona

y costura el alma a la pesadumbre.

¡Demasiados ceros en los rostros, demasiados…!!!