Nada me importa vivir
con tal de que tú suspires,
(por tu imposible yo,
tú por mi imposible).
Nada me importa morir
si tú te mantienes libre
(por tu imposible yo,
tú por mi imposible).
—Azucena y Sol de Juan Ramón—
Somos uno,
tú y yo,
tú con tu conexión a tierra,
yo con mis quimeras
hasta la próxima nube, vuelan,
tú, con tus idas y venidas,
yo con mi mirada de sal
que se ata a lo ya contado.
Tú y yo, yo y tú y nuestras sombras.
Sentado bajo tu balcón espero,
el alba amenaza lluvia, el rocío
se vierte sobre el cristal esmerilado
del cercano vehículo, rojo burdeos,
la noche se despide entre violetas
y rosas y tú me dices adiós,
y te llevas el trozo de mi alma
que aún me quedaba enhiesto...
Yo, bajo un balcón envuelto
en la alegría de un jilguero,
tú, asomada, lejos, mirando un horizonte
incierto, pero tu mirada es consistente,
no baja al suelo, está ahíta de esperanza.
Tú y yo, uno, con el Universo.
Quédate quieta sobre la barandilla
que ya subo, no recojas aún esa sonrisa
que te circunda cual nimbo la cara,
espera, ahí, con esa postura,
de codos sobre el borde herrumbroso
de verde pintura acrílica, no te muevas...
Sigue, echa las macetas a un lado
para que yo contigo sea uno,
fundirme en ti es lo que anhelo
y mi vista, de paso, que se funda a negro.
Volemos, después de volar quietos,
salta conmigo barandilla abajo
y sintamos el dolor enjundioso de la caída.
Atrévete, yo ya estoy dispuesto,
morir así es el sueño de los poetas.