XVIII. “¿Puedo hacerte una pregunta?”
“Ya la has hecho”.
Hay libertad aquí o ahora,
Nunca en ambos a la vez.
Acaricio en tus muslos una música enloquecida,
Me arrancás de cuajo una promesa seminal.
“¿Podés darme una respuesta?”
“¿Cuál era la pregunta?”.
XXIX. Grabados entre los músculos y su cansancio, irrevocables:
Una frase que dijiste creyendo que no te escuchaba,
El descuidado señuelo de tu sueño cuando no dormías,
La absoluta verdad donde nos anegamos mutuamente,
Este coraje de callarnos y rendirnos.
XXX. Estas caricias en la penumbra
-Espinoso ramillete, graciosas ortigas-
Nos llenan la piel de vidrios, de estrellas, de premoniciones.
Este licor desencajado de tu labio
Tiene todo lo que jamás busqué.
Este titubeo es un salvataje, un prisionero, una caída Libre.
XXXI. Donde la cera ardió más que nuestras soledades
Y el laberinto se tragó todo el firmamento;
En el horror impalpable del celofán, de la fantasía;
Todavía duerme un dios borracho idéntico a vos
El día que empezaste a amarme.
XXXII. Volveré cuando estés seguro de que me haya ido,
Volveré cuando no me necesites
Pero por algo dejes la puerta abierta.
XXXIII. Dentro de todo lo posible
Hay un gramo de blanca duda sobre un cristal,
Hay una taza de té para tus febriles inquietudes,
Hay una manga sin ases donde guardar algún poema
(No lo odies, ódiame a mí pero a él no lo odies).
Fuera de todo lo posible
Me espera una sopa de zapallo y tu sonrisa.
XXXIV. Creo en tu sonrisa por sobre la verdad, sobre nosotros, sobre lo imposible.
Creo en tu verdad sobre lo imposible, sobre nosotros.
Creo en tu imposible sobre nosotros, sobre la verdad.
Creo en nosotros por sobre la verdad, sobre lo imposible.
Creo en tu sonrisa.