Amo las tardes de estío
las noches de luna clara
la sabana desolada
también los montes umbríos.
Amo el murmullo del río
bajando de las montañas
Y las yagrumas hurañas
salpicando el lomerío.
Esos agrestes caminos
de rojizo perdigón
perdidos en la garganta
de farallones sombríos.
Las nubes que van alzando
sobre las aguas del mar
rompiendo en el litoral
su cargar de lluvia clara.
La sierra salvaje intensa
profundo verde esmeralda
las exóticas guirnaldas
coronando a los gigantes.
Centenarios arrogantes
en la firmeza del monte
donde en concierto el sinsonte
canta en la noche cerrada.
La niebla vuela en la brisa
se deshace en la laguna
las estrellas y la luna
van apagando su brillo.
El sol empuja cual niño
las sombras del horizonte
y se abre paso en el monte
entre rocío y aromas.