alupego (Ángel L. Pérez)

MAR, TIERRA, SANGRE

MAR, TIERRA, SANGRE



La mar quiere ser madre,

de los seres que alberga,

y protege a sus crías,

con especial fiereza,

mientras grita la tierra,

cuando siente en su vientre,

la herida que la vence,

la hoz que la atraviesa.



De las voces airadas,

en las bocas maltrechas,

a las manos crispadas,

por la frágil conciencia,

la febril impotencia,

de las mentes inquietas,

que nunca se resignan,

a ser del odio presas.



Estériles las notas,

que tan solo edulcoran,

que no vibran las fibras,

de las corrientes todas,

sin ecos en las voces,

que no saltan fronteras,

ni sutilmente entran,

en las glándulas ciegas.



Tornó de un largo viaje,

con las ropas ya viejas,

de escabrosos caminos,

henchidos de secuelas,

meditabundo el rostro,

faz de arrugas cubierta,

pero libre la frente,

como el cóndor que vuela.



Que pobres son los pobres,

que no alcanzan la meta,

pues son de otros las trampas,

que impiden la carrera,

que ricos son los ricos,

que sin labor cosechan,

y que necios los necios,

que a quien les roba besan.



El amor siempre vuelve,

aunque grite la tierra,

con la voz aflautada,

de quien nace y se entrega,

sin fronteras ni reglas,

sin premisas que encierran,

con la mirada líquida,

que limpia cada pena.



La Tierra abre sus carnes,

al ser que se alimenta.



Angel L. Perez ®

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07/10/2021