Que triste es mi viejo amigo
cuando te miro a la cara
y solo veo sufrimiento
en tu mirada apagada.
Estoy en una cafetería
y a través del ventanal
me miras sin alegría
y eso a mi me da igual.
Con mis lujosas viandas
yo te miro satisfecho
y tu bajas tu cara amarga
sin que me duela a mi el pecho.
Y no me conmueve tu pena
pues quedó mi alma vacía
cuando perdí en las arenas
todo amor y mi alegría.
No te consideres pobre
que la verdadera pobreza
es no sentir que se siente
dentro de un alma perversa.
Solo es un ejercicio
de un poema sin convicción
pues te voy a llevar conmigo
muy cerca del corazón.
Ángel Reyes Burgos,