Un dadivoso pan, me ha sido servido.
Y sin haberlo probado…
Me ha alegrado, hasta los dientes.
Inigualable manjar, para mi afligida alma.
Un solo bocado, me ha sanado,
la inmedible y desahuciada herida.
Que fue un perverso, vidrio en mi zapato.
Apuñalaba mi corazón, sin compasión.
Ya no miraré más, mis espaldas,
Porque el pan de vida, ha sanado mis heridas.
Colmándome de la sublime luz divina.