Nervioso recordaba el sueño de
no tener alas,
que me hacían caer hacia lo profundo
de un estanque de sombras,
era la espera de algo que nunca llegó,
era una voz que jamás oí.
Si… la vez que solo tuve miedo
y fue la vez en que teñí de blanco la memoria,
era el origen quemante de no decir nada de nada,
esas frases acantiladas haladas con sumo sigilo.
Conmovido desde la distancia del espejo sin reflejos,
cortado entre el filo de la impaciencia,
Si… la vez que divagando devoré las semblanzas antiguas,
dejándome llevar por el ritmo de las letras,
y por el ocaso de sus líneas suspensivas.
Si… la vez que me quedé a media voz
supe decir que no a lo positivo,
pues había perdido la gracia de ser el mismo,
iracundo tropecé entre piedras de porcelana
en la fecha de un calendario sin noches y días,
la aureola de un querubín en la tarima
de un festival sin espectador,
me hizo volver y embriagarme
de la añoranza sin tener qué hacer,
surcando el portal de las aguas claras,
o simplemente el portal de mi conciencia.