No guardo rencor a la vida
porque lo que me quita en otoño,
me lo restituye en primavera.
Aunque alguna vez culpé
al empedrado de mis tropiezos,
si perdí alguna oportunidad
fui yo quien la dejó escapar
y de los pedregales salí fortalecido.
Ni guapo ni feo, ni tonto ni listo,
con la capacidad de valorar
la flor nacida en un vertedero,
en lo grotesco percibo belleza
y con el alma desguarnecida
aprendi a combatir el mal tiempo.
Melancólico de serie,
me expongo demasiado a la tristeza,
mas no por ello en días de lluvia
evito entrar en el primer tornado
que pase repleto de hojas secas.
Dentro del territorio donde nací,
he crecido libre y libre trataré
de encadenarme a la libertad
otorgada por la renuncia
a buscar fuera de mi cama
lo que los sueños no me pueden dar.
A causa de mi carácter confiado,
en más de una ocasión
me ha pillado desprevenido la traición,
y cuando me encontraba a punto
de morir de sed en el desierto
de los desengaños, siempre hallé
un oasis de generosidad.
Aunque tal vez más numerosas,
mis decepciones no han conseguido
acallar la voz de mis alegrías
y he soltado cuantas carcajadas me propuse.
Soy de condición sufriente,
motivo por el cual mis dispersos
despegues me saben a gloria
y trato de recoger cuantas
turbulencias me sea posible
antes del aterrizaje forzoso.
La vida me ha ido arrebatando
algunos miembros vitales
y me los ha vuelto a transplantar.
En alguna ocasión pasé rozando
el final pero me encontré a la jueza
con la guadaña desafilada.