Mallez

A Patsy

Ha llegado usted de forma repentina

en forma por demás casual y oportuna;

como suave brisa en la playa vespertina

y ondulante sobre el mar la luz de luna.

 

Con el fulgor en sus ojos, llenos de fe

y de una esperanza sublime y bendita,

que da piadosa a mi alma, a todo mi ser,

esa lozanía como a la flor marchita.

 

Usted, señora mía, me ha trastornado

para bien el alma entera, casi yerta,

que desde ahora tengo muy ilusionado

esa fe que yo creí estaba muerta.

 

Vino a tiempo en el tiempo, sin premura,

como es el tiempo del Dios Omnipotente;

y Él que es bueno mostróme su ternura

para conocerla a usted entre tanta gente.

 

Tiene usted, señora, una cara bonita.

Muchas virtudes, casi plenipotenciarias,

que me gustaría mucho, desde ahorita,

sus manos en mi boca para besarlas.

 

Le extendería mis brazos, mi gratitud,

como el sediento que sacia su sed;

y besaría su boca a cabal plenitud

si correspondiéndome lo permite usted.

 

¡Qué puedo pedir después de conocerla!

¡Qué ruego puedo levantar al cielo!

¿Un día o una tarde para volver a verla,

o una larga noche llena de desvelo?