Me encuentro con un hombre, y él me ve.
Le encaro su mirada y él la frunce
esa agria indiferencia a mí me punce
y me atrevo a preguntarle ¿Quién eres?.
Sonríe como diciendo ¡Qué quieres!
Doy paso atrás y evito el contrapunce.
Así, mi sorpresa y su ira nos unce;
y al darle la espalda, él también se fue.
Otro día, otro año vuelve a mirarme
con vista opaca, cada vez más viejo
ya cansado, deseando insultarme;
hipócrita sonrió y ahí lo dejo,
yo regreso sin alma a cobijarme
y él regresa sin aliento al espejo.
...s. ....l