Mis manos amalgaman caricias en la soledad
para desplegarlas en el encuentro, suavemente,
en el cuerpo del ser que amo,
quien se reúne conmigo a ratos,
cuando el ritual mágico del amor es necesario
y el erotismo emerge sin permiso.
Explosión de colores, danza erótica,
combinación perfecta de emociones,
florecimiento pleno de fascinantes expresiones de amor,
profuso deseo de infinitas caricias,
monumental pretensión de sentir y hacer sentir
… perderse en el encuentro.
Luego, cuando es necesario separarse,
abandonarse dolorosamente a la soledad,
es preciso ya en esta,
recurrir frenéticamente
a los recuerdos
atados con firmeza a la memoria,
mientras un eco ininterrumpido
me susurra que no estás.
Trato de tocarte
y encuentro tu ausencia…
me queda solo
el delicado perfume de tu recuerdo.
Brotan como ríos caudalosos en invierno,
infinitas lágrimas,
que bajan rápidamente,
acariciando con perfidia
mis carnosas mejillas,
que guardan el recuerdo
de tus besos exigentes,
besos olorosos a menta fresca y malva.
Instantes de lenta muerte,
de vacío, de tristeza,
de llanto incontenible,
cuando no estás.
POR: ANA MARIA DELGADO P.