No siento opresión
cuando me lanzan un dedo
sino cuando son cientos de dedos
los que acuchillan mis entrañas.
No siento ira acumulada
si se aproxima un viento húmedo,
sino cuando el aire se transforma
en huracán de fuerza sostenida.
El agua dulce no me anega, si la presa
que la contiene, erguida se mantiene;
mas, si en un momento, aquella desapareciese,
¡qué terrible hedor a muertos y a muerte!
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