Te golpeo una y otra vez
y luego te abrazo;
eres la amante soñada,
la esclava perfecta;
iluminas mis pesadillas más oscuras,
das luz a mis fantasías más fantásticas.
Me apoyo contra ti,
tú te acurrucas contra mi cuerpo;
permaneces impasible a mis temores,
a mis sollozos;
recoges mis lágrimas;
me escuchas -¡sí, yo sé que me oyes!-
y no te inmutas;
te abandonas a tu suerte
de ser mi confidente
de tarde,
de ser mi amante
de noche.
Y cuando por la mañana yo me marcho
con mis miedos,
con mis fantasías,
con mis rencores,
con mis dolencias…
tú te quedas ahí, esperando a no sé qué;
pero esperando.
¡Ay, celos tienen de ti,
almohada mía,
unos celos que te están asesinando!