¡Oh, que ingrata desdicha!
al desear siempre lo ajeno,
de todas las cosas se encapricha,
sin sentirse realmente pleno.
Nada parece lo suficiente,
habita latente en el interior,
con la deslealtad de su mente,
no hay ni solidaridad, ni amor.
Para su insaciable maldad,
alimenta las ingratitudes,
que Sancho hacía llamar,
carcoma de las virtudes.
Los sentimientos apasionados,
las emociones y tendencias,
son su influjo acaudalado,
es la fuente de su ascendencia.
José Antonio Artés