Un natural y fresco desparpajo
aprecié tras tu gracia caribeña
en un talante de actitud risueña
que de inmediato mi atención atrajo.
A mis defensas las tiraste abajo
y ante tu fuego se prendió mi leña
frente al perfil innato de una isleña
que desenvuelto desde el mar te trajo.
El jardín de tu magia fue inconsciente
por dejarme apreciar sus lindas rosas
aun sabiendo, quizá, que me herirían.
Pizpireta te hiciste la inocente
para, luego, decirme que esas cosas
no pensabas, en mí, que ocurrirían.