Te ofrezco mi sílaba desnuda y empinada
nacida entre números ajenos y
canjes disfrazados de moneda
o en noches ahogadas en inciensos y pabilos
No te doy adjetivos ni pronombres fugitivos
para no tentar a las coincidencias divinas
te sirvo el aroma calcinado de las dudas
la imperturbable parquedad de los adornos
la química probable, la terquedad
la inercia viciada de los huesos
-mis húmeros, por ejemplo-
el no límite, la no ausencia
el desplazamiento sin fronteras
el roce sin desgaste de mi permanencia
el gesto prematuro y la respuesta tardía
y el incendio transfundido en el deshielo
de las incongruencias
Me ofrezco - también - desnuda y empinada
sin sílabas y sin dudas.