Cuántas veces has compartido mis fugaces alegrías
estallado con el júbilo de un simple atardecer
en armonía con el espíritu elevado cual gaviota
elevando una tímida plegaria
sintiéndome en esos momentos escuchada
ahuyentando los pájaros negros que llegan incesantes
con sus caretas de adefesios
y sus burlas estridentes
Tantos sueños cobijados en tu noble pecho
pecho inmenso como pocos
campo silvestre tapizado de colores
donde desempaco mis cargas
invento juguetes
reescribo historias
trepa la ardilla, corre el impala
en el subsuelo y en el cielo siempre es abril
en tus brazos siempre abiertos
fortaleza a donde llega mi ejército abatido
con su pendón en jirones arrastrando derrotas
pero redoblan los tambores a su llegada
regocijándote como si fuera yo
famoso general o poderosa reina
A ti, a quien inevitablemente regreso
encendida como una tea prendida de deseo
entre velos y gasas
para que me desenvuelvas como a un regalo
escuchándome incansable
pronunciar sensualmente
tu nombre renovado
tu nombre como un conjuro
proveniente de algún sitio
que poco a poco se introduce por tus oídos
enervando cada una de tus fibras
un sitio donde solo los amantes más fogosos
navegan hasta dar con una isla
y al contacto de sus plantas retumba toda
despertando las fieras de sus nichos
ahuyentando bandadas multicolores
como fuegos artificiales al unísono
A la tierra prometida inicia el encuentro
mi buen corsario en su mágica nave
emergido del fondo del océano
libre de las ataduras terrenales
ansioso de deslizarnos más allá
más allá de la atmósfera y aterrizar
a explorador de lejanas estrellas