Dispárame para llegar al paraíso;
con tu llama de fuego ardiendo
y tu mente como amapola floreciendo,
renaces de la tierra como un bello Narciso.
Repites que me amas como tocadiscos descompuesto;
aunque sé bien que no es verdad.
Pensé que solo por este día serías más honesto.
Tal vez hice mal en considerarte una deidad.
Admite que somos óleos culpables de una guerra solitaria,
pero tú no estás, y desaparece la aventura extraordinaria.
Dime, amor mío, ¿te parezco bonita de azul?
Pues ese es el color de mi alma; así es como la dejaste tú.
Desorientada en el amanecer,
suelo contemplar al ingrato mundo arder.
Es más fácil cuando ya no te queda nada;
cuando no tienes nada que perder.
Hasta hoy añoro tu memoria para hallar fortaleza.
Tan solo desearía estar muerta al lado de tu cuerpo.
De qué me sirve el cielo y su belleza,
si destruiste todo lo que consideraba cierto.
Anhelo ya ser polvo de mis huesos,
para estar en todo espacio y en todos nuestros besos.
Incluso en tus manos reposar,
cuando ya no tenga un lugar donde querer estar.
Pero siempre contigo,
mi bello Narciso...