Es la vuelta a casa donde aflora la esencia, como el rocío a la flor en la mañana con lágrimas de gratitud. Es la ternura suprema y la caricia del silencio, oleada de armonía hacia el puerto del alma.
Es tú silencio la dimensión celeste de espíritu y existencia, donde reside el poder de mover mis estrellas, el abismo infinito que me conmueve y me arrastra a una paz profunda, pilar perenne del arte del vivir y de la sabiduría del alma.
En realidad...Tú mirada me basta.
Aitor Duarte Fernández