Pase la noche tallando en mi hipocampo hasta el más sutil detalle de tu cuerpo,
el alma desnuda sobre la cama, el corazón exaltado y el pecho descubierto,
Aquella mancha parda opaca cerca de tu ombligo,
La huella sosegada de talle cuando mi torso estaba sobre el tuyo,
Que codicia apetecer el fenecer en tu costado,
Tan jóvenes, somnolientos, liberando feniletamina en la cazuela del edén.
Perdí la cordura,
pero, ¿acaso pude ser más feliz?;
Comer, amar, besar, sentir, tocar, rozar, encender y apagar;
Querer, querernos,
Sentirnos,
Que dicha.
El mundo sigue, se apresura, se precipita,
Los pájaros revolotean, las voces truenan,
Y yo perdida en tu ausente mirada,
Feliz, drogada, con el corazón a punto de explotar,
Solo existiendo, extinguiéndonos a cada segundo,
Desvaneciéndome en la gloria de tu magnifico ordinario cuerpo.