Partiendo
de esos estratos solidificados
o de una palabra ataúd que
asoma a la boca sin mayor dificultad;
o engendrando desde las simas
los vientos que distribuirán la cosecha,
esfumándose todo como una larga sombra
venidera. En campos horizontales,
de extensas madrigueras, como una noche
donde se encoge el universo entero, dejando
espigas doradas en las manos futuras.
Vientos uniformes de materiales orgánicos,
demasiado puros, extraviados por las laderas
sin excesivas pretensiones. En ese afán
en que se hallan el músculo y el hueso.
Un tendón es el campo, solitario y muerto,
desde hace tanto: sombrío anaquel de piezas
equidistantes, que abrirán la boca chupando
el néctar de equivocados recuentos. Y mientras,
galopa por el desfiladero, un caballo salvaje y libre-.
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