Amada mía, llegas con la mañana, sin preguntas
Llena de respuestas ante la inquietud del alba
Que se sorprende con tu rostro recostado en la almohada
Como vela de amor en el larario de los sueños
Donde blasfema mi alma al acariciar tus mejillas
En tonalidades de luz y sombras
Inmóvil junto a mis deseos
que se hunden en tu vientre
Amada mía, dócil, cauta, ante las caricias
Que conmueven tu ánima
Tu rostro es la expresión del mar
Inconmensurable y frágil al llegar a la arena
Ingresando dentro de mí, vigorosa y sutil
Inocente y crédula como la espuma que baña la costa
Huyendo de la niebla, acosada del silencio
Amada mía, no quiero estar más lejos
Te miro llegar con el viento, como imagen entre nubes
No más angélica, no más inmaculada
Te miro como mujer sonriente
Rebelde, erótica, entre cantos y señales
Como llamas de amor que arden e inflaman
Quemando los sentidos con los trazos de cintura
Cóncavos que calzan en mi vientre convexo
Amada mía, tu murmullo es eco en el silencio de la noche
Es la voz de mi latido más allá de las ruinas de mi alma
Donde habitaba la nostalgia, donde reinaban soledades
Hoy camino descalzo tras tu aroma
Para llegar hasta tu piel,
a veces blanca, a veces negra
A veces fría, a veces fuego
Donde soy la sombra que cubre tu desnudez
En la madrugada sin tinieblas
Deslumbrada con tus pupilas abiertas.