Llegó tu aguardado tiempo de guerra
yéndose así la dulce placidez de la paz,
pero a ti, amigo, nada conmueve ni aterra
que allí está tu elusiva y viscosa vida falaz.
Vibraste en aquella tan medrosa trinchera
donde viste por doquier como la muerte planea
y psíquico ya gozas con la promitente calavera,
ronquidos rotundos de un vasto cielo que no clarea.
Tus huestes ganaron la marcial, trágica contienda,
y tu vuelves con esa dorada medalla del alma herida,
martirizada sangre que ningún combatiente olvida.
La horrísona verdad marcial te fijó una enmienda:
derrotado perdiste para siempre la lúcida razón,
traumado veterano ¡cabeza de ratón y cola de león!