Mis ojos no ven otros mares y cielos
que los de Rodas. Vuelvo con nostalgia
al puente a las orillas del Tíber
o la colina del monte Aventino.
Sus verdes lomas y el sol en declive
bajo esos valles de César Augusto.
Quizás ya nada importe al exiliado,
los años por fin legan claridad.
Juzgar no puedo a los hombres ni quiero
mas el presente va urdiendo traidores;
aún les molesta mi largo aislamiento
a las erinias como Julia o Livia.
Ovidio poemas de amor ha dejado
y su corona sin flaquezas gana.
Rendido a la nostalgia que destila
un odre lleno de vino, cansado
tras batallas y duelos, y mentiras,
parezco un naúfrago en aguas espesas.
La vida o Roma miro lejanamente,
con ellas a mi gloria renuncio.
Me atrapan otros más ocultos sueños:
aquel rosado pecho de Vipsania,
un mundo sin las gentes que detesto
y sus fugaces brillos en la Historia.